Homo moneta

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martes, 6 de marzo de 2012

Homo moneta y el futuro de los mercados financieros

Los últimos 3 años han representado un periodo difícil para la estabilidad financiera internacional y para la economía global en su conjunto haciendo evidente que las crisis financieras tienen un gran impacto sobre la economía real. La crisis financiera de 2007 planteó una pregunta respecto al estado del sistema financiero internacional, una pregunta que no ha sido respondida y que incluso, me atrevo a afirmar, no existe un acuerdo uniforme respecto a cuál es la pregunta a responder. Alrededor del mundo, desde el año 2008, hemos invertido una gran cantidad de tiempo y papel tratando de explicar lo que pasó y en dar una respuesta apropiada a este gran desafío a tal grado que se han publicado tantos libros sobre la materia en el mismo sentido que estamos al borde de competir en los anaqueles de las librerías con aquellos novelistas que han adoptado la moda de escribir historias de vampiros que tanto fascinan a nuestras novias, amigas, hijas, nietas et cétera, pero muy pocas de estas obras reflejan el hecho de que los sectores público y privado no estaban y no están preparados para experimentar esta clase de fenómenos.

A través del presente me gustaría discutir el rol del gran potencial innovador, del que yo denomino Homo moneta, en el desarrollo de las crisis financieras. A través de la figura del Homo moneta, el hombre financiero, pretendo evidenciar que debido a la estructura de los mercados financieros y el dinamismo que los caracteriza. La innovación no es una característica nueva, a pesar de que se hizo evidente a través de los textos que aprovecharon el año 2009 en el cual se celebró el centenario del nacimiento de Charles Darwin y los 150 años de su obra Sobre el Origen de las Especies. Si repasamos la historia financiera del mundo nos toparemos con el hecho de que nuestro sistema es el resultado de las actividades innovadoras del Homo moneta: Las primeras economías complejas tuvieron que recurrir al uso de unidades de cambio bien determinadas para poder facilitar las transacciones; la necesidad de dotar de liquidez al mercado vio nacer a los primeros prestamistas y casacambistas; a partir del siglo XIII los mercados de deuda soberana evidenciaron los beneficios de los mercados públicos; el siglo XVII vio el apogeo de la compraventa de partes sociales de las empresas que requerían capitales para una mayor expansión; el siglo XIX presenció el nacimiento de los primeros derivados; y los siglos XX y XXI, han visto con nerviosismo el nacimiento de los proyectos que buscan promover la “Democracia Financiera”. Con esto en mente me atrevo a colegir que entre los factores que nos pueden conducir a la próxima crisis financiera destacan los siguientes:

- La figura del Homo moneta.
- La digitalización de la moneda.
- El desarrollo de las tecnologías de la información.
- La evolución del mapa financiero global.


Homo moneta.

En nuestro contexto, hemos escuchado frecuentemente referencias relativas a la hipótesis de los Espíritus Animales de John Maynard Keynes y la hipótesis de le inestabilidad financiera planteada por Hyman P. Minsky. Estas hipótesis afirman que los mercados financieros no son estables y ciertamente no llevan a la óptima colocación de los recursos. Esto es verdad, pero la principal lección que nos ha legado la crisis que nos ocupa no es que se deben regular las pasiones y la ambición a través de una gran diversidad de esquemas regulatorios sino el hecho de que el Homo oeconomicus es anacrónico, el hecho de que hemos estado viviendo en la era del Homo moneta, el hombre financiero. Homo oeconomicus era racional pero limitado, durante su apogeo representó el ideal de la administración racional en un mundo donde los recursos son limitados. Eventualmente los excedentes generados por esta administración racional fueron utilizados para establecer vínculos sociales y económicos que nos condujeron al establecimiento de las primeras civilizaciones y los sistemas económicos mundiales regidos por los principios de Wallerstein. Desafortunadamente, no participamos en la vida económica solamente para procurar nuestra supervivencia, queremos obtener todo lo que se pueda de todo, de la seda, de las especias, de los tulipanes y es por esto que los primeros sistemas financieros emergieron alrededor del Homo moneta. El hombre financiero es más complejo y es más creativo, ha sido capaz de establecer el precio de un bien en términos de otros cientos; introdujo el factor del crédito con la finalidad de prestar a aquellos que necesitaban liquidez en un momento determinado a cambio de una contraprestación futura; almacenó valor a través de la adquisición y conservación de determinados bienes no perecederos; fue capaz de establecer unidades de cambio bien definidas y reguladas que conllevó a la racionalización numérica que trajo aparejado el ascenso de ciudades como Babilonia, de familias como los Medici y acontecimientos históricos como la crisis del denario en Europa que derivó eventualmente en la conquista del Nuevo Mundo. A pesar de ello, muchos banqueros y reguladores tienen la fuerte convicción de que las motivaciones racionales mueven a los mercados; desafortunadamente esta convicción anacrónica aún está presente en la investigación y en la enseñanza económica financiera. A través de esta percepción primero somos persuadidos de que los mercados de bienes son eficientes y exhortados a creer que este es un principio aplicable a todos los mercados. Sin embargo tal como la crisis financiera evidenció, no es seguro asumir que todos los mercados son inherentemente estables, sobre todo uno que se caracteriza por su alto índice de innovación.

Homo moneta, a través de su creatividad, ha generado una gran diversidad de sistemas financieros a la vez que ha atestiguado el colapso de muchos de ellos. Sólo durante los últimos 30 años hemos podido presenciar una gran cantidad de crisis bancarias y financieras alrededor del mundo; algunos estudios han identificado 112 crisis bancarias sistémicas en 93 países y 51 crisis transnacionales en 46 países a partir de la década de 1970. Estas fallas financieras han desencadenado el caos, el miedo y la ira pública dando como resultado crisis de confianza que por lo general son resueltas utilizando a los financieros como chivos expiatorios.

Un Problema Cultural.

Tradicionalmente el nacimiento de la economía como disciplina es frecuentemente atribuida a Adam Smith, quien publicó An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations en 1776. Partiendo de sus premisas, a través de los siguientes 160 años, un extenso cuerpo de teoría económica fue desarrollado y cuyo mensaje central era: confía en el mercado. Este mensaje tuvo tal impacto que, durante la década de los 70’s, la discusión del inversionista irracional, las burbujas y la especulación destructiva habían desaparecido prácticamente de todo discurso académico. Desafortunadamente esta secuencia de eventos, de teorías y rasgos culturales no aplican al mundo del Homo moneta. Tal como se puede colegir de lo asentado en líneas precedentes, las finanzas no se relacionan con la simple subsistencia, las finanzas fueron concebidas como un medio para ayudarnos a acumular riqueza y estatus. Ciertamente esto no es algo malo, a pesar de lo que dice gente como McIntyre, pero este aspecto de nuestra vida debe ser definido y regulado apropiadamente. Esto suena simple pero aquí radica el principal problema.

El hombre financiero ha sido capaz de crear una gran diversidad de instituciones, productos y servicios pero, a pesar de ello, su creatividad no ha alcanzado el espíritu de la mayoría de nuestros reguladores quienes aún se rigen bajo los principios del Homo oeconomicus. Un estudio de Caprio y Klingebiel ha identificado la interferencia política, la administración bancaria ineficiente y la escasa regulación y supervisión como 3 de los principales factores que resultan en una crisis financiera. Lo anterior es el resultado de una deficiencia técnica y cultural que influye en el entendimiento entre reguladores, instituciones y los usuarios del sistema; esto es importante ya que cuando esta relación colapsa es muy probable que las instituciones alrededor del mundo tengan que operar bajo regulaciones excesivas que traigan como resultado una contracción en el crédito o que las mismas operen sin un andamiaje legal e institucional adecuado, produciéndose así una repetición de las fallas que yacen detrás de cada crisis.

Durante siglos, políticos y reguladores han prestado escasa atención a las actividades creativas del hombre financiero las cuales han contribuido a algunas de las crisis más devastadoras de la historia, principalmente como resultado del hecho que viven en mundos diferentes y a que tienen diferentes culturas, y no hay duda de que la comunicación y el entendimiento entre los integrantes del sistema se encuentra bastante lejos de ser el idóneo. Lo que la Crisis Subprime nos ha enseñado es que la estructura regulatoria no ha estado al nivel de la actividad innovadora que caracteriza a los mercados financieros. Ahora podemos apreciar, bajo la perspectiva del hombre financiero, que existen lagunas y debilidades en nuestras regulaciones e instituciones tal como se puede apreciar en el hecho de que la actual estructura regulatoria está diseñada para evaluar a las instituciones individuales en un contexto particular y ningún regulador tiene el mandato de evaluar el impacto de la evolución convergente y de las “explosiones Cámbricas” dentro de cada sistema las cuales presentan desafíos para el sistema financiero internacional en su conjunto. De esta forma pudimos apreciar como muchas instituciones que tomaron riesgos irracionales no se encontraban contempladas en los esquemas de regulación de los órganos supervisores, en particular, las instituciones que integran el denominado “shadow banking system” las cuales no estaban sujetas a las mismas regulaciones prudenciales aplicables a los bancos comerciales a pesar de que estas instituciones prestan, financian y proveen de capital, pero estas instituciones tienen que pedir prestado dinero a los bancos tradicionales principalmente porque éstas no tienen dinero propio. De esta forma tenemos frente a nosotros a un grupo de prestamistas que no son verdaderos prestamistas, prestamistas que piden prestado con la finalidad de otorgar préstamos. Con esto en mente no puedo menos que pensar hacia mis adentros que si hace “cuac” es un pato; si pide prestado a corto plazo e invierte y presta a largo es un banco.


¿Hacia dónde va el espíritu innovador del Homo moneta?

Tal como el desarrollo de la crisis financiera nos ha enseñado, la innovación no se detiene y en el presente va en el camino de la “Democracia Financiera”. Este es un rumbo muy peligroso ya que en su afán de hacer disponibles los beneficios del desarrollo de los sistemas financieros y de las tecnologías de la información, políticos y reguladores alrededor del mundo en muchas ocasiones se olvidan de factores como el riesgo y de esta forma, a través de sus buenas intenciones, colocan una bomba de tiempo en el corazón del sistema, olvidándose de la Ley del origen de las crisis financieras la cual nos dicta que éstas se generan en ambientes de gran innovación y escasa regulación, ambientes que caracterizan a la “Democracia Financiera”; como ejemplo basta recordar lo que pasó en nuestro país en la década de los 90’s y la misma Crisis Subprime que lleva inscrita en su denominación el pecado.

Hoy en día aún corremos el riesgo de pecar, la evolución de todo sistema financiero no es lineal, tiene varias vertientes las cuales no necesariamente tienen su origen en los bancos tradicionales y es lo que nuestros reguladores no tomaron en consideración antes de la crisis financiera y que no están considerando en este momento. Nuevas innovaciones democráticas están en proceso de gestación y son anunciadas todos los días a través de diversos medios y podemos especular sobre el futuro de algunas de ellas como Funding Circle, Google Wallet y Square, pero es de mi particular interés el desarrollo de las divisas digitales. Las preocupaciones relativas a la integridad de la moneda han mantenido despiertos a más de uno desde los días de Sir. Isaac Newton, por ejemplo, Charles Maurice de Talleyrand-Périgord en un discurso de fecha 4 de diciembre de 1789 se pronunció en contra del papel moneda argumentando que “el numerario ficticio ahuyenta al numerario real, porque lo reemplaza y porque lo asusta, y como nunca puede ser su representación exacta, ocurre que lo ahuyenta más de lo que lo reemplaza”. Repitió la misma advertencia el 18 de septiembre de 1790 en un discurso contra los asignados, incluso propuso fundir las campanas para fabricar moneda metálica, cualquier cosa, pero no papel. Talleyrand argumentaba que una buena moneda es el producto del estado de salud en que se encuentra un país, el orden interior, la actividad de los oficios, la obediencia a las leyes, a la fiscalidad. Como bien sabemos esta innovación permitió crear un mayor volumen de deuda y con el paso del tiempo ha llegado a cifras que sobrepasan por mucho la cantidad de cualquier recurso que pudiera respaldarla por ejemplo, los títulos respaldados por hipotecas vendidos por Lehman Brothers, Merril Lynch, Bear Stearns, Morgan Stanley entre otros, alcanzaron el valor de 13.4 billones de dólares. Considerando que 1 millón de la divisa referida en billetes de 100 dólares tiene 2 pies de altura, para conseguir mil millones de dólares necesitaríamos apilar tres columnas del tamaño del Monumento a Washington; para conseguir los 13.4 billones necesitaríamos apilar 20 mil columnas del tamaño de dicho monumento; y si queremos convertir esos billetes de 100 dólares en billetes de un dólar en una sola columna, ésta llegaría a la luna y contaríamos con un par de millones de dólares adicionales. Tomando el caso que nos ocupa, las tecnologías de la información están cambiando la percepción tradicional de la moneda y lo que podemos considerar como un banco, después de todo, hay que considerar que dichas tecnologías están transformando a la moneda y a los intermediarios en elementos intangibles e invisibles, abriendo de esta forma la puerta a un gran potencial de innovación. ¿Qué sucederá cuando los individuos y las empresas se sientan más cómodos con la idea de aceptar monedas digitales como medio de pago de diversas interacciones sociales, bienes y servicios? Esta realidad no está tan lejos como muchos pudieran imaginar. Internet está permitiendo y facilitando a grupos de personas el establecimiento de medios y unidades de cambio que son independientes de los bancos y de los Estados más allá de toda regulación, por ejemplo hoy en día en la internet circulan 6.4 millones de Bitcoins (1 Bitcoin=8 Dólares), consistente en una moneda virtual que puede ser adquirida o generada por un nodo el cual se dedica a encontrar soluciones a diversos problemas matemáticos, cada vez que estos nodos encuentran una respuesta crean un paquete de monedas digitales las cuales pueden ser intercambiadas por monedas metálicas o incluso, a través de proyectos como Casscius Bitcoisn, se puede materializar en oro u otros metales preciosos la referida unidad de cambio . En el mismo sentido, también se especula que medios como los Facebook Credits serán los catalizadores de una economía que emerge paulatinamente de las redes sociales en donde las monedas virtuales serán una realidad y una gran fuerza disruptiva con un gran potencial sobre todo en economías emergentes con escasa penetración bancaria. Estas monedas digitales han sido concebidas como respuesta al mundo financiero tradicional el cual es percibido como el origen de todos los problemas económicos del mundo; esta percepción no es nueva, la intermediación financiera siempre ha sido vista como una institución viciosa que se alimenta de aquéllos a quienes debería auxiliar. Desafortunadamente esta percepción es el resultado de la falta de entendimiento cultural mencionada en líneas anteriores. Sin embargo es bien sabido que de buenas intenciones está hecho el camino al infierno, pensemos por un momento en estos nuevos medios creados al amparo del desarrollo tecnológico, debo reconocer que son grandes y excelentes ideas pero, tomando en consideración algunos de los principios del círculo de Salop, la competencia y la estrecha relación social creada por el desarrollo tecnológico, veremos con el paso del tiempo como este proyecto bien intencionado evolucionará, se complicará y tendrá sus propias fuentes de inestabilidad que irónicamente serán las mismas que las de los intermediarios tradicionales: la innovación y la falta de regulación . Frente a lo aquí expuesto sólo puedo pensar que los procesos de intermediación tradicionales desaparecerán y una nueva explosión Cámbrica tendrá lugar en el mundo digital poniendo un gran desafío a los reguladores y a nuestros intermediarios quienes se verán obligados a innovar si no quieren verse relevados a simples administradores de datos personales.

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