Homo moneta

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domingo, 26 de junio de 2011

Democracia Financiera y Monedas Digitales

Tal como el desarrollo de la crisis financiera nos ha enseñado, la innovación no se detiene y en el presente continua en el camino de la “Democracia Financiera”. Este es un rumbo muy peligroso ya que en su afán de hacer disponibles los beneficios del desarrollo de los sistemas financieros y de las tecnologías de la información, políticos y reguladores alrededor del mundo en muchas ocasiones se olvidan de factores como el riesgo y de esta forma, a través de sus buenas intenciones, colocan una bomba de tiempo en el corazón del sistema, olvidándose de la Ley del origen de las crisis financieras la cual nos dicta que éstas se generan en ambientes de gran innovación y escasa regulación, ambientes que caracterizan a la “Democracia Financiera”; como ejemplo basta recordar lo que pasó en nuestro país en la década de los 90’s y la misma Crisis Subprime que lleva inscrita en su denominación el pecado.

Hoy en día aún corremos el riesgo de pecar, la evolución de todo sistema financiero no es lineal, tiene varias vertientes las cuales no necesariamente tienen su origen en los bancos tradicionales y es lo que nuestros reguladores no tomaron en consideración antes de la crisis financiera y que no están considerando en este momento. Nuevas innovaciones democráticas están en proceso de gestación y son anunciadas todos los días a través de diversos medios y podemos especular sobre el futuro de algunas de ellas como Funding Circle, Google Wallet y Square, pero es de mi particular interés el desarrollo de las divisas digitales. Las preocupaciones relativas a la integridad de la moneda han mantenido despiertos a más de uno desde los días de Sir. Isaac Newton, por ejemplo, Charles Maurice de Talleyrand-Périgord en un discurso de fecha 4 de diciembre de 1789 se pronunció en contra del papel moneda argumentando que “el numerario ficticio ahuyenta al numerario real, porque lo reemplaza y porque lo asusta, y como nunca puede ser su representación exacta, ocurre que lo ahuyenta más de lo que lo reemplaza”. Repitió la misma advertencia el 18 de septiembre de 1790 en un discurso contra los asignados, incluso propuso fundir las campanas para fabricar moneda metálica, cualquier cosa, pero no papel. Talleyrand argumentaba que una buena moneda es el producto del estado de salud en que se encuentra un país, el orden interior, la actividad de los oficios, la obediencia a las leyes, a la fiscalidad (Orieux, 1989). Como bien sabemos esta innovación permitió crear un mayor volumen de deuda y con el paso del tiempo ha llegado a cifras que sobrepasan por mucho la cantidad de cualquier recurso que pudiera respaldarla por ejemplo, los títulos respaldados por hipotecas vendidos por Lehman Brothers, Merril Lynch, Bear Stearns, Morgan Stanley entre otros, alcanzaron el valor de 13.4 billones de dólares. Considerando que 1 millón de la divisa referida en billetes de 100 dólares tiene 2 pies de altura, para conseguir mil millones de dólares necesitaríamos apilar tres columnas del tamaño del Monumento a Washington; para conseguir los 13.4 billones necesitaríamos apilar 20 mil columnas del tamaño de dicho monumento; y si queremos convertir esos billetes de 100 dólares en billetes de un dólar en una sola columna, ésta llegaría a la luna y contaríamos con un par de millones de dólares adicionales (McDonald y Robinson, 2009). Tomando el caso que nos ocupa, las tecnologías de la información están cambiando la percepción tradicional de la moneda y lo que podemos considerar como un banco, después de todo, hay que considerar que dichas tecnologías están transformando a la moneda y a los intermediarios en elementos intangibles e invisibles, abriendo de esta forma la puerta a un gran potencial de innovación. ¿Qué sucederá cuando los individuos y las empresas se sientan más cómodos con la idea de aceptar monedas digitales como medio de pago de diversas interacciones sociales, bienes y servicios? (Miemis, 2011). Esta realidad no está tan lejos como muchos pudieran imaginar. Internet está permitiendo y facilitando a grupos de personas el establecimiento de medios y unidades de cambio que son independientes de los bancos y de los Estados más allá de toda regulación, por ejemplo hoy en día en la internet circulan 6.4 millones de Bitcoins (1 Bitcoin=8 Dólares), consistente en una moneda virtual que puede ser adquirida o generada por un nodo el cual se dedica a encontrar soluciones a diversos problemas matemáticos, cada vez que estos nodos encuentran una respuesta crean un paquete de monedas digitales las cuales pueden ser intercambiadas por monedas metálicas (Alloway, 2011). En el mismo sentido, también se especula que medios como los Facebook Credits serán los catalizadores de una economía que emerge paulatinamente de las redes sociales en donde las monedas virtuales serán una realidad y una gran fuerza disruptiva con un gran potencial sobre todo en economías emergentes con escasa penetración bancaria. Estas monedas digitales han sido concebidas como respuesta al mundo financiero tradicional el cual es percibido como el origen de todos los problemas económicos del mundo; esta percepción no es nueva, la intermediación financiera siempre ha sido vista como una institución viciosa que se alimenta de aquéllos a quienes debería auxiliar. Desafortunadamente esta percepción es el resultado de la falta de entendimiento cultural mencionada en líneas anteriores. Sin embargo es bien sabido que de buenas intenciones está hecho el camino al infierno, pensemos por un momento en estos nuevos medios creados al amparo del desarrollo tecnológico, debo reconocer que son grandes y excelentes ideas pero, tomando en consideración algunos de los principios del círculo de Salop, la competencia y la estrecha relación social creada por el desarrollo tecnológico, veremos con el paso del tiempo como este proyecto bien intencionado evolucionará, se complicará y tendrá sus propias fuentes de inestabilidad que irónicamente serán las mismas que las de los intermediarios tradicionales: la innovación y la falta de regulación . Frente a lo aquí expuesto sólo puedo pensar que los procesos de intermediación tradicionales desaparecerán y una nueva explosión Cámbrica tendrá lugar en el mundo digital poniendo un gran desafío a los reguladores y a nuestros intermediarios quienes se verán obligados a innovar si no quieren verse relevados a simples administradores de datos personales.