Homo moneta

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lunes, 4 de junio de 2012

La Unión Bancaria Europea. Una receta para el desastre

La crisis de la eurozona ha planteado varios desafíos derivados de las lagunas del modelo de Mundell, sin embargo, el caos que parece llevar al euro a su desaparición, ha puesto a los reguladores europeos en las manos irracionales de Fobos y Deimos. El 28 de junio se espera la consolidación de la propuesta de una unión bancaria a través de la cual Europa en su conjunto podrá intervenir para rescatar a los bancos de la Unión que se encuentren en problemas. Esta no es una idea nueva. En 2008, se propuso la creación de un fondo común para hacer frente al colapso de Lehman Brothers, sin embargo, la oposición encabezada por Angela Merkel derivó en la decisión de que cada país debía ser responsable de sus propios bancos. En el presente contexto, con un gran potencial de corridas bancarias y fallas sistémicas apreciado principalmente a través del caso Bankia, podemos apreciar un cambio de postura bajo la cual los bancos dejarían de ser de cada uno de los Estados miembros para pasar a ser bancos de la eurozona. De esta forma Bankia se encontraría en España pero dejaría de ser español. Lo anterior parece simple, pero en un mundo regido por los principios del paradigma de Immanuel Wallerstein, se requiere de elementos homologadores como son un régimen común de resolución para implementar la disciplina de mercado, facultar al Banco Central Europeo para intervenir y regular a los bancos de la eurozona, y la creación de fondos de recapitalización y de depósitos comunes. Para muchos este planteamiento representa la salvación del euro, sin embargo yo debo discrepar. Un régimen común homologado funcionaría si seguimos creyendo que el paradigma de Mundell es el idóneo, cosa que la actual crisis ha desmentido. La eurozona está integrada por elementos nucleares y periféricos con diferentes niveles de desarrollo, solidez y formas de responder ante escenarios adversos, lo cual genera un gran potencial de riesgo moral y sistémico bajo la propuesta aquí invocada. Esta última conducirá a la toma de riesgos irracionales al amparo de los fondos comunitarios (mismos que se pretende sean ilimitados) y Europa se topará con un problema mayor a aquéllos bancos considerados demasiado grandes para quebrar. Seguramente habrá quien argumente que el régimen resolutorio permitirá a la Unión llevar de forma ordenada las fallas de los bancos. En teoría, la disciplina de mercado así debería ser aplicada, de igual forma que la teoría dictaba que, bajo el Tratado de Maastricht, no se estructurarían paquetes de ayuda como los que hemos visto hasta el momento. Lo anterior me lleva a concluir que esta propuesta obedece al temor de la desintegración europea, misma que representa otro pilar inestable de una estrucutra que requiere una reconfiguración total. Esta Unión Bancaria no aguantará los embistes de los Espíritus Animales de Keynes y en la práctica, se engañan si creen que la Unión ejercerá la cara disciplina de mercado, exponiendo nuevamente a los contribuyentes para que éstos respondan por el riesgo moral de la multicitada propuesta.

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