Teniendo esto en consideración, y si nos fijamos en el comportamiento del mercado de los Bitcoins entre mayo y octubre del presente año (2011) es posible apreciar que tenemos un elemento de gran inestabilidad derivado de la falta de confianza en el emisor y en su proyección futura. Un Bitcoin, un Ven, un Facebook Credit no tienen el respaldo del Estado, y una vez que los Espíritus Animales de Keynes liberados por la Crisis Financiera se tranquilicen, todos aquellos que cantan el fin de la moneda fiduciaria quedarán evidenciados como una oveja más del rebaño que huye de Fobos y Deimos.

Charles Maurice de Talleyrand-Périgord quien en un discurso de fecha 4 de diciembre de 1789 se pronunció en contra del papel moneda argumentando que “el numerario ficticio ahuyenta al numerario real, porque lo reemplaza y porque lo asusta, y como nunca puede ser su representación exacta, ocurre que lo ahuyenta más de lo que lo reemplaza”, en nuestro contexto repetiría su advertencia a los Estados respecto al gran riesgo que plantean estas innovaciones aplaudiendo medidas como la adoptada por China quien prohíbe el uso de divisas digitales. Estas divisas digitales han sido concebidas como respuesta al mundo financiero tradicional el cual es percibido como el origen de todos los problemas económicos del mundo. Sin embargo, pensemos por un momento en estos nuevos medios creados al amparo del desarrollo tecnológico, debo reconocer que son grandes y excelentes ideas pero, tomando en consideración algunos de los principios del círculo de Salop, la competencia y la estrecha relación social creada por el desarrollo tecnológico, veremos con el paso del tiempo como este proyecto bien intencionado evolucionará, se complicará y tendrá sus propias fuentes de inestabilidad que irónicamente serán las mismas que las de los intermediarios tradicionales: la innovación y la falta de regulación. A pesar de lo anterior el Estado deberá regular estos intangibles para dotarlos de un andamiaje institucional que les permita trascender más allá de las pasiones del momento y evitar así el destino de los Beenz y los Flooz de la década de los 90, y de paso, utilizarlos como una herramienta para alcanzar el caro fin de la inclusión financiera en sectores que, con la paulatina disminución de la brecha digital, tendrán acceso a estas y otras innovaciones.
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